Los amores incondicionales
En muchas ocasiones he visto u oído aquello de “quien te quiere, te acepta tal y como eres”. Bien, desde luego estoy de acuerdo con este principio, en tanto en cuanto esa persona quiere o ama a la persona que SOMOS, y no a una idealización que tiene en su mente.
En este sentido, seguro que todos hemos tenido alguna experiencia de manipulación por parte de la que en ese momento era nuestra pareja para que termináramos adaptando nuestro comportamiento (y hasta nuestra personalidad) a sus gustos y preferencias.
Desde luego, la manipulación del otro/a para lograr un cambio en ellos que persigue el único fin egoísta de que se adapte mejor a nosotros mismos es algo no sólo psicológicamente desajustado, sino que ataca directamente a valores básicos como la igualdad y la libertad.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando nuestra pareja empieza a tener comportamientos que llevan a un daño a sí misma a corto, a medio o a largo plazo?, ¿estos comportamientos también deben ser aceptados incondicionalmente? Creo que no; el amor, además de aceptación del otro, requiere algo, para mi, mucho más profundo: el deseo de que esa persona esté bien y que se desarrolle.
Quizás lo más cómodo en estas situaciones sería callar y mirar para otro lado, pero ¿es más “amorosa” esa actitud que el hecho de llamar su atención sobre estos aspectos?
Importa mucho en este tipo de hechos las formas en las que se comuniquen ambos; si nuestra pareja percibe un ataque en nuestras palabras, instintivamente se defenderá, por lo que lo más probable es que niegue todo y que, incluso, nos ataque a nosotros, lo cual puede ser el inicio de una discusión e, incluso, de una serie de discusiones que lleven incluso a la ruptura.
Otro aspecto fundamental es cuánto daño o molestia nos causa ese comportamiento de nuestra pareja en nosotros mismos, de forma que es más fácil “no meternos” en ello cuando no nos afecta demasiado.
Quizás en el caso de comportamientos evidentemente “dañinos” tengamos más claro cómo actuar: intentando “convencer” a la otra persona de que su comportamiento tiene consecuencias, de que la queremos y que queremos lo mejor para ellas. Pero, ¿y qué pasa cuando tiene comportamientos que no le hacen un daño “agudo” evidente, pero que creemos firmemente que la están frenando en su desarrollo, en su felicidad?
Imaginemos que nuestra pareja tiene una serie de creencias que hacen que vea la botella medio vacía, que su ánimo esté decaído, que su autoestima esté baja… ¿Qué deberíamos hacer?, ¿callar y sonreír, apoyar y esperar?
Creo que no hay respuestas absolutas a esto; si las hay, desde luego yo no las conozco. Lo único que pretendo con estas líneas es invitarles un poco a la reflexión, a hacernos la siguiente pregunta:
¿Quiero más cuando acepto por comodidad o por falta de conciencia, o cuando comprendo, respeto pero trato de apoyar un cambio a favor de la persona querida?
Quizás nos han educado en la creencia de que quien esté a nuestro lado debe ser un “príncipe” o una “princesa”, que te quiere más cuanto más acepta no sólo la persona que somos, sino también cualquier acción que hacemos.
Querer a una persona no significa, a mi entender, considerar positivamente todas y cada una de las acciones que hace, porque todos nos equivocamos (él/ella también), y quizás animarlo/a en el error no es lo más productivo que podamos hacer. Quizás… repito que no tengo una respuesta clara a esto.
Quizás, como dice un dicho popular, amor no quita conocimiento.
By Carlos Diaz Psicologo
Tenerife, Islas Canarias