La Sublimidad de Ser Mujer
A nuestras Mujeres madres y Heroinas!

Lic. José Emilio Santiago
misalcedo.com._ “Las madres ablandan a sus hijos con besos”. Así se expresaba el insigne y distinguido escritor Nicaragüense Rubén Darío, creador del Modernismo y poeta de los cisnes unánimes. Y yo digo que no solo con besos sino con amor y comprensión. Si pensamos y meditamos en el sacrificio de ser madre (no debí hablar de sacrificio), de seguro que nos sentiríamos avergonzados.

Hay una consecuencia no interrumpida en los modales, costumbres, habla y hasta en el mismo adorno de la mujer. Y la razón es que por muchos siglos la naturaleza le ha asignado el mismo papel especial, y la ha estado adaptando al hombre.

Ningún cataclismo, ninguna revolución política, ninguna alteración del ideal social ha distraído a la mujer de su peculiar función, ni destruido sus interrelaciones.

Ella ha amado, cuidado y acariciado, y no ha hecho otra cosa, la exquisita habilidad que ha adquirido en estos quehaceres invaden todo su ser y lo que ella hace. Su carácter y su acción se han fundido en uno, inseparablemente, como la flor y su perfume. Ella no tiene, por lo tanto, dudas ni vacilaciones.

El otro día estuve conversando con la Lic. Josefina de Henríquez y le prometí que algún día escribiría un libro titulado: “El sacrificio de ser Mujer”, pero anoche al escuchar a la Lic. Guadalupe Valdez en la charla sobre política social, gobernabilidad y democracia, me llené de fuerza y valor y por esta razón estoy escribiendo estas consideraciones.

En la charla también leí sobre algunos contrastes entre el hombre y la mujer. Sobre el maltrato que le hemos dado, las penurias y amarguras que han pasado. Los golpes y las heridas que han sufrido. Y yo me pregunto ¿Por qué hacemos todo esto? ¿Por qué no cambiamos el cuchillo por un pétalo de una rosa, el proyectil por un beso, la bofetada por una caricia? Y podrás decir como el gran poeta Kabir: “Cuando unes el amor con el amante, la perfección encuentra plenitud”.

Diosas de los campos florecidos, donde crecen los palmares y los pájaros silvestres vuelan hacia lo infinito, dejándose llevar de las brisas otoñales. 

¡Rompamos las leyes, rompamos los dogmas, liberémonos de los prejuicios sociales, rompamos las ataduras que nos hacen desviarnos de los verdaderos valores, abrasemos a esa adorada y bendecida Madre, amemos a nuestras esposas y respetemos a todas las mujeres del mundo. Aprendamos que sus pecados les fueron perdonados porque amó mucho  y aprendió a perdonar! .