A OVALLES IN MEMORIAN
Seis de la tarde del día 11 de Enero del presente año.  Regreso a mi apartamento con el corazón exprimido, ojos irritados y mi cabeza al estallar.

Sucede que acabo de participar de la misa de nueve días de José María Ovalles o más bien Ovalles como le decíamos.
En la década de los noventa, mi peso corporal aumentaba considerablemente y las correas no aguantaban mi voluptuosa barriga.

 Insistentemente, Ovalles me convence de ingresar a su gimnasio y desde entonces nuestra amistad se incrementa.  En esos tiempos el era compañero de mi sobrino Peter Camilo y por consiguiente nuestra amistad se familiarizaba.  Tío Tony, me decía y yo la verdad que me lo creía.

 En el gimnasio, su trato era profesional pero cariñoso, formal pero divertido.  Junto a su esposa llegué a disfrutar de excelentes y sanas comidas que las preparaban para enseñarme manuales de una buena alimentación.

 Mi relación con su familia se remonta al año 1980 cuando sus padres hacían sus compras en Almacenes González Garrido.   Mensualmente y durante muchos años, Doña Francisquita, religiosamente acudía y mientras, disfrutábamos de amenas conversaciones.  Al cobrar los aportes de la comunidad para nuestra iglesia, me echaba bendiciones y gozosamente, agradecía.  Mientras, Don Luis, caballeroso, formal, estoico, resistía las presiones de su cargo en la Corporación Dominicana de Electricidad.

 Mis conversaciones literarias con su hermana María eran kilométricas y yo salía henchido de gozo y conocimientos.  No más llegar a su casa desde Israel, Luisiana toma el teléfono y me notifica su llegada.  Ráudo salgo por los campos en procura de frutas y flores para una hermana que desde la lejanía, las extraña.

 Hago estas anotaciones para que usted amigo lector comprenda porqué perdí  un sobrino y hermano a la vez.

TONY GONZALEZ  GARRIDO
12-1-2013